Juro que hay momentos en los que piensas que nos están gastando una broma con cámara oculta; que el circo ha llegado a la ciudad, escapando sus animales más dispares de las jaulas; o que a los bufones de palacio el alcohol y polvo blanco se les ha ido de las manos. Todavía se dejaba ver restos de ese blanco en el moquillo de la nariz de alguno de ellos.
Estos breves segundos que grabo no son nada con el surrealismo con el que nos vemos obligados a lidiar, en este caso, a la salida de una discoteca.