La imagen de hace unas semanas volvía de nuevo a la cabeza: Una mujer encaramada a la parte exterior de la ventana de un quinto piso, y los compañeros subiendo a la carrera las escaleras para reventar sin pensarlo, puerta, marcos y premarco a base de patadas. Y mientras en la noche sonaban los gritos desde la puerta de un bar cercano, el brazo de un compañero asomó con la explosividad de un rayo, haciendo desaparecer en una décima de segundo a la mujer por el hueco de la ventana. Pocas palabras y muchos suspiros.
…Anoche la patrulla más cercana circulaba por la calle Murrieta: “acudid rápido a la plaza ___, una mujer está a punto de caer por la ventana”. Y la imagen de aquél día recorría las emisoras de todos los uniformados.
Los compañeros llegan en escasos segundos a la plaza, observando que la única baza a su favor es que la mujer cuelga desde un segundo piso.
No hay tiempo que pensar ni a quién preguntar. Sitúan el vehículo policial justo debajo de la ventana, pidiendo a los vecinos que les tiren mantas por las ventanas. Pero pronto se acaba.
“Una ambulancia rápido. La mujer ha caído sobre el coche patrulla”.
El resto de funcionarios escuchan el comunicado pero no conocen los detalles. El frío de la noche desaparece. Piensan que la misma altura de aquella ocasión, habrá proporcionado una imagen dantesca en el lugar.
Pero no. La mujer está viva y la tienen tapada con una de las mantas mientras llega la ambulancia. El vehículo policial tiene una enorme abolladura en su techo, y el puente de luces azules se ha fracturado. Poco importa, sin duda amortiguó la caída.
El personal de la ambulancia llega y actúa. Los cuatro grados de temperatura no les hacen temblar el pulso.
Y la noche continúa…
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