Vuelta a una rutina impredecible.

Vuelta a una rutina impredecible

Se acabaron las “presuntas” vacaciones. La noche lluviosa es ideal para estrenar pantalones. Las gotas no dejan cerco en el azul marino.
Siempre que deseas que algo no ocurra, ocurre. Será cosa del famoso Murphy. Hoy mi cuerpo no quería correr, pero la celeridad de algunas intervenciones dispara la adrenalina y el nervio actúa por instinto.

Comenzó la noche desagradable. Algunos compañeros del turno anterior salieron tarde debido al fallecimiento de una persona de edad avanzada en la vía pública. Descanse en paz.

Después la noche se animó tontamente como un domingo.

Una llamada sobre posible escalo por un andamio de dos cacos, que no eran tales, sino operarios de una empresa de construcción.
Y delante de nuestros ojos, mientras nos mojamos bajo el andamio, una señora ebria hasta las cejas no ve el bordillo del kiosko La Rosaleda, cae y se rompe el brazo. Esta vez no se trata de etílicos de botellón o fin de semana, pero igualmente el acto voluntario de beber hasta convertirse en negligencia, o quizás dependencia de esa fuerte droga llamada alcohol, causó su disgusto en la señora y viandantes, y el correspondiente gasto público.

Después, una tentativa de hurto de gasoil. Y seguidamente (“empalmando”, como el duque Urdangarín), la llamada sobre un posible individuo forzando trasteros en el garaje de un edificio.

Un vecino atento, harto, y receloso por los robos de los últimos días en el edificio, decidió poner anoche las orejas atentas como las de un gato que hace guardia cerca de las alcantarillas. Y encontró su recompensa. Gracias a su llamada se pudo detener al presunto delincuente que se alejaba con su botín tranquilamente en bicicleta, sin saber lo que se la venía encima. A veces la caballería funciona y está cuando se la necesita.

Maldito Murphy. El de la bicicleta nos hizo correr.

Sacas la defensa metálica extensible mientras te acercas a la carrera con el pulso in crescendo, dándole una sorpresa y el alto. El presunto duda unos segundos. Quiere ganar tiempo. Cuando lo agarras para que no eche a correr y lo acercas de cara a la pared, te das cuenta que lo que tiene en su mano es un cuchillo de cocina. La rapidez de manos juega siempre un papel importante. Muchos factores en centésimas de segundos que deciden una intervención, y tal vez sus consecuencias.

“Tíralo al suelo”. Afortunadamente el presunto es delincuente local. Y sabes que medirá mucho sus acciones. Minutos después te vienen a la cabeza imágenes habituales de telediario cuando algún compañero de paisano o dueño de local, se tira encima de un gacho que no conoce.

Los delincuentes con antecedentes hacen el trabajo más fácil. Te dicen lo que tienes que hacer y donde les tienes q llevar: medicación, el abogado fulanito de tal, etc.

Toca esperar en Comisaría mientras se hacen las diligencias.

De nuevo entra otra llamada. Esta vez un aviso que el 091 no puede atender -solape de funciones y segundos perdidos-. Ha saltado la alarma de una cafetería. Hay destrozos pero los ladrones han desistido antes de tiempo.

La noche continuó. Resultaba anecdótico observar pegatinas grandes reivindicativas en los cristales posteriores de los vehículos patrulla con alusión a la política.

Nueva llamada. Esta vez son los compañeros del 091 los que informan de lo ocurrido 10 minutos antes, simultáneamente al intento de robo en el otro bar. Al parecer los robos fueron consecutivos. Alguien sin duda muy persistente.

Cada vez que oigo hablar de coordinación policial, abro la mano para contar los dedos: policía local, guardia civil, policía nacional, ertzaintza, policía foral, mozzos… !qué seguros nos podemos sentir en regiones como Logroño!, estamos rodeados de Cuerpos de Policía, pero… ¿tenemos más seguridad efectiva?.

Y así pasa una noche lluviosa y vacía.

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